DOS DE AGOSTO: EL CID INDOAMERICANO



Este dos de agosto se cumplen cuarenta años de tu partida, los ciudadanos del mundo recordamos con amor y nostalgia esta fecha, porque trae a nuestro pensamiento aquella noche de 1979, cuando tu cuerpo “se convirtió en polvo cósmico e inició su viaje hacia las estrellas”; las palabras telúricas que fueron pronunciadas por nuestro querido "Cachorro", Manuel Seoane, el año 46, vienen a mi memoria, era el tiempo cuando los militantes del Partido Aprista salían de las catacumbas y celebraban tu primer cumpleaños, en uso pleno de la libertad; fue aquella fecha que se instituyó el día de la Fraternidad, y Seoane pronunció esas celebres frases como expresión de lealtad inmortal hacia nuestro Partido, hacia ti, querido compañero Jefe, y hacia nuestra ideología; palabras que forman parte de nuestro léxico, que también utilizamos cuando hay que saludar la partida de algún distinguido compañero, cuando emprende raudo vuelo hacia el infinito, en busca de Dios.

Los ciudadanos peruanos y del mundo, que conocemos tu vida y obra, nos preguntamos siempre: ¿Por qué recordar a Víctor Raúl? ¿Por qué después de tantos años su nombre sigue siendo bandera de lucha? ¿Por qué los jóvenes y los niños que siguen viniendo al mundo aprenden y aprenderán tu nombre y lo pronunciaran como señal de esperanza? ¿Por qué nuestros queridos mayores siguen guardando respeto a tu memoria?.

A veces, la respuesta puede ser sencilla, como tu nombre, Víctor Raúl.
A veces, la respuesta puede ser profunda como tu pensamiento filosófico que nos enseña a reflexionar en busca de la solución a los problemas de la patria y de nuestro continente.

Pero creo que, miles y miles de peruanos podemos responder que te recordamos también, porque te vimos de cerca y escuchamos tus mensajes y consejos de padre; pero además, te seguimos admirando y queriendo, porque, a pesar de ser un hombre grande, en todo el sentido de la palabra, conocimos de cerca tu vida, sencilla, humilde y transparente.

Haya de la Torre, no solo fue un hombre sabio, fue un ser extraordinario, un ser de carne y hueso que escogió el camino difícil para liberar a nuestra patria de la esclavitud de ideas malignas que solo buscan la pobreza material y espiritual; fue un ser humano que levantó la bandera de la educación gratuita para liberarnos a los peruanos de la ignorancia, y hacer de cada uno de nosotros, seres humanos de primer mundo; Víctor Raúl, fue el líder que abogó por nuestros derechos humanos, laborales, sociales y políticos de los indoamericanos que buscamos vivir en un mundo con crecimiento económico y desarrollo humano, que nos haga felices, sin distinción de clase social, religiosa o política.

Muchos peruanos que tuvimos la suerte de compartir un tiempo de nuestras vidas a tu lado, y fuimos testigos de tu lucha y de la entrega que le pusiste a tu vida, cuando decidiste ser un líder social, político y Maestro, logramos comprender y entender que lo que predicaste, cuando nos hablaba del valor que tiene el trabajo, fue porque tu comiste el pan con el sudor de tu frente; cuando nos hablabas de la justicia social, la aplicaste en el ejercicio de tu vida; cuando dijiste que había que defender a los pobres, viviste en una humildad franciscana, que la muerte comprobó, cuando partiste al encuentro de Dios, de tus padres y de tus grandes compañeros.

El sello que le pusiste a tu vida fue marcado con hechos, y lo hiciste desde joven hasta cuando te convertiste en polvo cósmico en viaje al infinito.

¡Haya no ha muerto!, ni morirá, porque sigue siendo un ideal, un sueño, un sentimiento que une a millones de peruanos e indoamericanos, su doctrina sigue viva para realizar la justicia social con decencia.
Ahora y siempre, será un grito que nace del corazón del pueblo, y esa voz popular que sale de lo más hondo de cada peruano cuando la expresa, ratifica que sigues vivo como el Cid, listo, para seguir luchando por tu gran obra de liberar los espíritus y para hacer realidad la revolución de pan con libertad que soñaste.

José Domingo Choquehuanca, tiene la suerte, allá en cielo, de estar junto a Bolívar, y mirar desde lo alto, cada día, como el nombre del libertador sigue creciendo cuando el sol se pone y declina.
Los indoamericanos, también tenemos la suerte de comprobar, aquí en la tierra, con admiración y devoción, como tu pensamiento crece, con el ejemplo de vida que dejaste.

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